martes, 6 de diciembre de 2011

Pájaro azul

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
hacerme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?

hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.

luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?


Charles Bukowski

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Poema dormido


El poema no sale
está hundido bajo la piel
clavado en los ojos desesperados
prendido a la lengua y bajo las uñas
que aferran los versos
como flores blandas, deshojadas
muertas.

El poema no sale
se esconde de mí
agazapado entre las vísceras
me teme, desconfía
se cansó de llorarme
y se ha sentado en el centro
me observa, piadoso
y en silencio
se duerme.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Abraza la oscuridad

 

La confusión es el dios
la locura es el dios

la paz permanente de la vida
es la paz permanente de la muerte.

La agonía puede matar
o puede sustentar la vida
pero la paz es siempre horrible
la paz es la peor cosa
caminando
hablando
sonriendo
pareciendo ser.

no olvides las aceras,
las putas,
la traición,
el gusano en la manzana,
los bares, las cárceles
los suicidios de los amantes.

aquí en Estados Unidos
hemos asesinado a un presidente y a su hermano,
otro presidente ha tenido que dejar el cargo.

La gente que cree en la política
es como la gente que cree en dios:
sorben aire con pajitas
torcidas

no hay dios
no hay política
no hay paz
no hay amor
no hay control
no hay planes

mantente alejado de dios
permanece angustiado

deslízate.


Charles Bukowski 

sábado, 29 de octubre de 2011

Purga - Sofi Oksanen


Días atrás, leyendo el suplemento cultural de un conocido diario uruguayo, un artículo llamó mi atención inmediatamente. Quizás fue el joven rostro de la autora mencionada en él, cuya palidez contrastaba abruptamente con las coloridas rastas que le caían sobre los hombros. Quizás fue el título del libro, que se me hacía seductor por el solo hecho de sugerir una búsqueda de purificación, de cierta limpieza de algo que aún desconocía.
Pero lo que terminó de alentarme a leer el libro fue la propia historia. Una historia que recorre en un permanente vaivén temporal y emocional, las crudas vivencias del pueblo estonio desde antes de la ocupación soviética hasta los años noventa, poco tiempo después de la desintegración de la URSS

"Aliide Truu miraba fijamente a la mosca y ésta le devolvía la mirada. Aquellos ojos globulosos le provocaban náuseas. Era una mosca excepcionalmente grande, ruidosa, ansiosa por poner huevos. Mientras aguardaba en la cocina, se frotaba las alas y las patas sobre la cortina, como preparándose para comer. Buscaba carne, solo carne.  Las mermeladas y el resto de las conservas estaban a salvo, pero la carne no. La puerta de la cocina se hallaba cerrada. La mosca esperaba."

Así comienza Purga, la tercera novela de la finlandesa Sofi Oksanen. Una narración que utiliza un lenguaje tosco, duro (por momentos demasiado duro), que nos hace casi respirar ese aire espeso y maloliente que brota de las cocinas, las camas que huelen a cebolla como los hombres que duermen en ellas y los poros de algunos personajes tan putrefactos como la carne donde finalmente la mosca, que siempre gana, deposita sus larvas y luego, todo está perdido.

La novela narra la historia de Aliide Truu, una anciana que vive y resiste en una despoblada zona rural del este de Estonia, ya recuperada la independencia del régimen comunista soviético, y de Zara, una jóven rusa que aparece una mañana en su jardín como un "extraño bulto" cubierto de barro, harapiento y sucio, y de cómo la relación entre ambas mujeres va revelando un pasado común marcado por el miedo, la humillacíon, las violaciones y la tortura sistemática de un pueblo que ha sufrido, como tantos, el peso de la dominación, el abuso y la discriminación étnica y política. Creo que este es el verdadero motivo para leer Purga: un libro que nos ayuda a entender el sufrimiento, el pasado que no debe repetirse y cómo un ser humano que es vícitima del horror y la violación sistemática de sus derechos más fundamentales, puede convertirse a su vez en victimario, en un espejo de su propio verdugo.

Pero en esta lúgubre historia, narrada en un lenguaje detallista hasta la crudeza y sin ninguna clase de tapujos (y por momentos, hasta poético), también hay lugar para el amor, un amor que a veces nos muestra su peor cara, irracional, egoísta, mezquina, y otras, se revela como un rayo de luz en la oscuridad de un húmedo refugio donde ni siquiera hay lugar para la cordura.

Una noche más aquí. Ingel y yo estuvimos pensando en que tenemos que ir a buscar a Linda. Con su ayuda seguro que lo conseguiré; no importa el tiempo que tarde.
No soy libre todavia, pero pronto lo seré, y siento mi corazón ligero como una golondrina.
Pronto estaremos juntos los tres.
Hans Pekk,
hijo de Eerik,
campesino de Estonia.

Quizás el Premio a la Mejor Novela Europea del Año 2010 le quede un poquito grande a Purga. Quizás no. Los premios no son más que valoraciones subjetivas de algunos que los otorgan, como la mia al escribir lo que estoy escribiendo.
Seguramente Purga no es libro que vas a leer una y otra vez siempre con el aliciente de un nuevo hallazgo o que irás recomendando por ahí a ojos cerrados.
Pero sin temor a equivocarme, puedo decir que Purga es un libro que conmueve, que nos hace tambalear hasta los huesos, que permite entender un poco más uno de los capítulos más duros de la historia europea y hasta donde pueden llegar los límites del sufrimiento humano que va carcomiendo nuestro espíritu hasta transformarnos en seres absolutamente desconocidos, incluso para nosotros mismos.







viernes, 28 de octubre de 2011

Arenas Movedizas

Demonios y maravillas
Vientos y mareas
A lo lejos ya el mar se ha retirado
Y tú
Como un alga dulcemente acariciada por el viento
En las arenas del viento te agitas entre sueños
Demonios y maravillas
Vientos y mareas
A lo lejos ya el mar se ha retirado
Pero en tus ojos entreabiertos
Han quedado dos pequeñas olas
Demonios y maravillas
Vientos y mareas
Dos pequeñas olas para ahogarme.

Jacques Prévert

Para tí, mi amor




Fui al mercado de pájaros
y compré pájaros
Para ti
mi amor
Fui al mercado de flores
y compré flores
Para ti
mi amor
Fui al mercado de chatarra
y compré cadenas
Pesadas cadenas
Para ti
mi amor
Después fui al mercado de esclavos
Y te busqué
Pero no te encontré
mi amor.



 Jacques Prévert

martes, 25 de octubre de 2011

Las Piedras

Oigo caer las piedras que arrojamos,

transparentes como cristal a través de los años. En el valle

vuela la confusión de los actos

del instante, vociferantes, de copa

en copa de los árboles, se callan

en un aire más tenue que el presente, se deslizan

como golondrinas desde una cima

a otra de las montañas, hasta

alcanzar las mesetas ulteriores,

junto a las fronteras del ser. Allí caen

todas nuestras acciones

claras como el cristal

no hacia otro fondo

que el de nosotros mismos.


Tomas Tranströmer

lunes, 17 de octubre de 2011

Noches Blancas - Fiódor Dostoievski

Noches Blancas quizá no sea el libro más comentado de Dostoievsky, pero desde la primera página ya sentí  fascinación y apego por ese personaje solitario y extremadamente soñador que nos relata una breve pero muy intensa historia romántica que transcurre en tan sólo cuatro noches y una mañana.

La vertiginosa historia que se desarrolla en poco más de cincuenta páginas, sin desperdicio ninguna de ellas, se torna aún mucho más ensoñadora en el escenario absolutamente mágico del verano de San Petersburgo, donde el sol nunca termina de ponerse y la ciudad por las "noches" se ve envuelta en una clara luz con matices azulados y rosas bajo un cielo que jamás se apaga.

"Era una noche prodigiosa, una de esas que quizá sólo vemos cuando somos jóvenes, lector querido. Hacía un cielo tan hondo y tan claro, que, al mirarlo, no tenía uno más remedio que preguntarse, sin querer, si era verdad que debajo de un cielo semejante pudiesen vivir criaturas malas y tétricas"

El relato comienza de esta manera, con una descripción jovial y llena de ímpetu de nuestro solitario personaje, que pese a su trágica visión de un futuro igualmente desolado, va por la vida lleno de optimismo y alegría de vivir, como si en el fondo se regocijara de saberse destinado al fracaso y a la soledad. Esta solo, pero siente que conoce a todos los habitantes de San Petersburgo, los observa alegremente, mira con atención cada detalle del mundo que lo rodea, canta, dialoga con las casas, y anhela el amor.

Y allí, deambulando por las calles, en pleno goce de su observación de ese mundo que le es tan conocido y ajeno al mismo tiempo, se tropieza con Nástenka, la mujer con la que pasaría las próximas noches embarcado en la heroica misión de lograr reunir a Nástenka con su novio, a quien espera desde hace ya un año y que, según lo prometido tiempo atrás, ha regresado a la ciudad para casarse con ella.

Nuestro personaje anhela tanto amar y ser amado, que se olvida por completo de si mismo en esta misión, no conoce el egoismo, no siente odio por el otro hombre, y el solo encuentro de cada noche con Nástenka le produce tal ansiedad y estado de júbilo que ni siquiera logra dormir. Frente a ella confiesa su vida entera: "..ahora se han abierto mil troneras en mi cabeza y tengo que verter mi corazón en un torrente de palabras, si no quiero que me ahoguen.."

A través de estos desesperados diálogos, cargados de dinamismo, anhelos y frustraciones, ambos personajes se van descubriendo mutuamente y a ellos mismos. Las confesiones se turnan entre el hombre y la mujer, quiénes construyen a través de la absoluta sinceridad, una amistad que se confunde demasiado con el amor. Este sentimiento, que es absolutamente visible en el hombre desde el primer encuentro con Nástenka, en ella se va construyendo durante el transcurso de las noches blancas, sin perjuicio del amor que siente por el otro y tal duplicidad será revelada finalmente en una carta enviada por Nástenka durante la mañana que cierra el relato: "...le dije a Ud. que le amaría, y sigo amándole, se lo juro; y siento por usted algo más que amor. Dios mío, si yo pudiese amarlos a los dos al mismo tiempo! Oh, si usted y él no fuesen más que un solo hombre!"

Si las noches eran claras y mágicas, la mañana se presenta oscura y hostil, lluviosa, triste. El ambiente que rodea al personaje se va fundiendo con su estado de ánimo, y con la visión de un futuro que ya intuía desde siempre: "Vi palidecer los colores de las paredes, divisé todavía más telerañas en los rincones. No se por qué, al mirar hacia afuera por la ventana, parecióme que la casa frontera también había envejecido y se habá puesto más descolorida y ruinosa...O será que mis ojos miraron en mi futuro y en él vieron algo árido y triste, algo semejante a mí mismo, al que soy ahora, al que seré dentro de quince años, en el mismo cuarto, igualmente solo.."

Pero cualquier sentimiento de piedad y condolencia que el lector pueda sentir hacia nuestro personaje a esta altura del relato, seguramente se transformará en una sutil sonrisa de admiración hacia la heroica exclamación final: "Qué tu vida, Nástenka, sea dichosa y tan clara y gustosa cual tu dulce sonrisa, y bendita seas por el momento de ventura y de felicidad que diste a otro corazón solitario y agradecido!
Dios mio! Todo un momento de felicidad! Sí!, ¿ no es acaso bastante para colmar una vida?..."

Y sí que lo es.





sábado, 15 de octubre de 2011

De Profundis

Existe un campo de rastrojos donde cae una lluvia negra.
Existe un árbol pardo que se alza solitario.
Existe un viento que susurra entre chozas vacías.
Qué atardecer tan triste.

A la orilla de la aldea
la dulce huérfana recoge escasas espigas.
Sus ojos redondos y dorados recorren el crepúsculo
y su seno anhela al esposo celestial.

De regreso al hogar
unos pastores hallaron el dulce cuerpo
descompuesto en el espino.

Una sombra soy lejos de oscuras aldeas.
El silencio de Dios
bebí en la fuente del bosque.

Sobre mi frente golpeó un frío metal.
Arañas buscan mi corazón.
Hay una luz que se extinguió en mi boca.

De noche me encontré en un páramo,
colmado de deshechos y de polvo de estrellas.
En los avellanos
tintinearon ángeles cristalinos.

Georg Trakl

lunes, 3 de octubre de 2011

Lo que queda

Queda el silencio
pero es un silencio bueno, 
necesario

Queda la espina
como una advertencia
que ya no lastima
se ha hecho carne

Queda  el río turbio
lleno de piedras y  de ramas
pero corre, se bifurca
anhelante

Queda  aún el vacío
pero sin renuncias
como un campo fértil
todavía

Queda el amor
siempre queda el amor
intacto, desconocido
sin memoria







domingo, 2 de octubre de 2011

Un sueño (Franz Kafka)

Josef K. soñaba.

Era un día hermoso, y K. quiso salir a pasear. Pero apenas dió dos pasos, llegó al cementerio. Vió numerosos e intrincados senderos, muy numerosos y nada prácticos; K. flotaba sobre uno de esos senderos como sobre un torrente, en un inconmovible deslizamiento. Su mirada advirtió desde lejos el montículo de una tumba recién cubierta, y quiso detenerse a su lado. Ese montículo ejercía sobre él casi una fascinación, y le parecía que nunca podría llegar lo suficientemente rápido. De pronto, sin embargo, la tumba casi desaparecía de la vista, oculta por estandartes que flameaban y se entrechocaban con fuerza; no se veía a los portadores de los estandartes, pero era como si allí reinara un gran júbilo.

Todavía buscaba a la distancia, cuando vió de pronto la misma sepultura a su lado, cerca del camino; pronto la dejaría atrás. Salto rápidamente al césped. Pero como en el momento del salto el sendero se movía velozmente bajo sus pies, se tambaleó y cayó de rodillas justamente frente a la tumba. Detrás de ésta había dos hombres que sostenían una lápida en la tierra, donde quedó sólidamente asegurada. Entonces surgió de un matorral un tercer hombre, en quién K. inmediatamente reconoció a un artista. Sólo vestía pantalones y una camisa mal abotonada; en la cabeza tenía una gorra de terciopelo; en la mano un lápiz común, con el que dibujaba figuras en el aire mientras se acercaba
Apoyó ese lápiz en la parte superior de la lápida; la lápida era muy alta; el hombre no necesitaba agacharse, pero si inclinarse hacia adelante, porque el montículo de tierra (que evidentemente no quería pisar) lo separaba de la piedra. Estaba en puntas de pie y se apoyaba con la mano izquierda en la superficie de la lápida. Mediante un prodigio de destreza logró dibujar con un lápiz común letras doradas y escribió: "Aquí yace". Cada una de las letras era clara y hermosa, profundamente inscripta y de oro purísimo Cuando hubo escrito las dos palabras, se volvió hacia K. que sentía gran ansiedad por saber cómo seguiría la inscripción, apenas se preocupaba por el individuo y sólo miraba la lápida. EL hombre se dispuso nuevamente a escribir, pero no pudo, algo se lo impedía; dejo caer el lápiz y nuevamente se volvió hacia K. Esta vez K. lo miró y advirtió que estaba profundamente perplejo, pero sin poder explicarse el motivo de su perplejidad. Toda su vivacidad anterior había desaparecido. Esto hizo que también K. comenzara a sentirse perplejo; cambiaban miradas desoladas; había entre ellos algún odioso malentendido, que ninguno de los dos podía solucionar. Fuera de lugar, comenzó a repicar la pequeña campana de la capilla fúnebre, pero el artista hizo una señal con la mano y la campana cesó. Poco después comenzó nuevamente a repicar; esta vez con mucha suavidad y sin insistencia; inmediatamente cesó; era como si solamente quisiera probar su sonido. K. estaba preocupado por la situación del artista, comenzó a llorar y sollozó largo rato en el hueco de sus manos. El artista esperó que K. se calmara y luego decidió , ya que no encontraba otra salida, proseguir su inscripción . El primer breve trazo que dibujó fué un alivio para K. pero el artista tuvo que vencer evidentemente una extraordinaria repugnancia antes de terminarlo; además, la inscripción no era ahora tan hermosa, sobre todo parecía haber mucho menos dorado, los trazos se demoraban, pálidos e inseguros; pero la letra resultó bastante grande. Era una J.; estaba casi terminada ya, cuando el artista, furioso, dió un puntapié contra la tumba y la tierra voló por los aires. Por fin comprendió K.; era muy tarde para pedir disculpas; con sus diez dedos escarbó en la tierra, que no le ofrecía ninguna resistencia; todo parecía preparado de antemano; sólo para disimular, habían colocado esa fina capa de tierra; inmediatamente se abrió debajo de él un gran hoyo, de empinadas paredes, en el cual K. impulsado por una suave corriente que lo colocó de espaldas, se hundió. Pero cuando ya lo recibía la impenetrable profundidad esforzándose todavía por erguir la cabeza, alcanzó a ver arriba su nombre escrito con espléndidos trazos sobre la lápida.

Encantado con esta visión, se despertó.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

El Pensador



"Me atenía en mi pensamiento a las cosas presentes, y a su situación presente, no por rigor o por un interés demasiado ligado a ellas, sino por tristeza y por miedo, si es que la causa no era la debilidad de mi pensamiento; tristeza porque, resultándome tan triste el presente, yo creía que no debía abando­narlo hasta que desembocase en la felicidad; miedo porque, igual que temía el más pequeño paso en el presente, también me consideraba indigno, dado mi despreciable aspecto infantil, de juzgar seriamente, con responsabilidad, mi gran futuro de hombre adul­to, que casi siempre se me ha figurado tan imposible que todo pequeño progreso me parecía una falsifica­ción, y lo más cercano, inalcanzable"


Franz Kafka 
[Diarios, 2 de enero de 1912]

extraído del libro "Franz Kafka - Dibujos"

lunes, 12 de septiembre de 2011

Tristeza

No me dejes, tristeza
aférrate a mi piel con tus finas garras
penetra mi carne hasta los huesos
hazlos temblar como a las hojas
en el viento furioso de la ausencia.
No me ignores, no esquives mis pasos
déjame abrirte el pecho
mi campo de batalla sin soldados
y sin fuego
mis manos tiesas sobre el blanco muro
mi alma muda, mis ojos ciegos.
Recuérdame lás lágrimas
el gemido violento del amor herido
recuérdame también los versos
y las noches y los días y las horas
quebradas en astillas.
No me olvides, tristeza
recuérdame que aún sigo estando
viva.



martes, 24 de mayo de 2011

Norte

Norte

Norte

Norte

Mi Norte

Norte

Diálogo

La noche se ha hecho palabra
húmedas oraciones
salpicadas de agonía
No quise, tú lo sabes
tú que estás ahí dentro
y te desdoblas y me abandonas
me miras como extrañada
y me oyes decir lo que yo no quiero
ni quiero ver.
Me miras desnuda porque me miras
desde los huesos
y yo te hablo como si no me conocieras.
Déjame sola, no me escuches!
no me llores
déjame de doler.