A veces solo se trata de dejar quietas las palabras
hormigueando entre mis manos torpes e indecisas
acorralar sentimientos que gritan espanto contra las rejas
y luego inventar salidas al encierro del invernal refugio
A veces el viento no me toca y no me alcanza la lluvia
los senderos de las preguntas se hacen tan angostos
cansinos, intransitables para mis pies desnudos
y es solo el tiempo de ser, humana, deshabitada, imprecisa.
A veces me veo con los ojos del mundo y los sueños que son sueños de otros
y veo mujeres que abren y cierran puertas, y vuelven a abrir y se vuelven
eternas buscadoras de un mañana que no tiene nombre ni fechas agendadas
solo minutos goteando en un presente inmortal y brumoso.
A veces es el aire, primaveral, dulce, con rumor a mariposas
que me eleva hasta los brazos del deseo, risueña morada
en la que ríe también el mundo y sus olvidados, los heroicos,
los que insisten, los que perdonan, los que aún se atreven.
A veces se me hunden los ojos en las tinieblas y solo sé respirar
pero no me perturba ya la noche a solas ni la piel oscura
me acomodo entre las almohadas del vacío y me digo que habré de vivir
como me sea concedido, sin más trámite, sin exámenes y sin juicios.
A veces, inesperadamente, encuentro el manantial de tu boca
y regreso a aquella esencia mía de pequeña, de niña enamorada
de ingenua fe, de estrellas fugaces y sonrisas cotidianas
hablo con la que he sido y quisiera ser hasta el fin de mis horas
sin el alma muda de ilusiones, sin partidas, ni miradas del adiós.