lunes, 17 de octubre de 2011

Noches Blancas - Fiódor Dostoievski

Noches Blancas quizá no sea el libro más comentado de Dostoievsky, pero desde la primera página ya sentí  fascinación y apego por ese personaje solitario y extremadamente soñador que nos relata una breve pero muy intensa historia romántica que transcurre en tan sólo cuatro noches y una mañana.

La vertiginosa historia que se desarrolla en poco más de cincuenta páginas, sin desperdicio ninguna de ellas, se torna aún mucho más ensoñadora en el escenario absolutamente mágico del verano de San Petersburgo, donde el sol nunca termina de ponerse y la ciudad por las "noches" se ve envuelta en una clara luz con matices azulados y rosas bajo un cielo que jamás se apaga.

"Era una noche prodigiosa, una de esas que quizá sólo vemos cuando somos jóvenes, lector querido. Hacía un cielo tan hondo y tan claro, que, al mirarlo, no tenía uno más remedio que preguntarse, sin querer, si era verdad que debajo de un cielo semejante pudiesen vivir criaturas malas y tétricas"

El relato comienza de esta manera, con una descripción jovial y llena de ímpetu de nuestro solitario personaje, que pese a su trágica visión de un futuro igualmente desolado, va por la vida lleno de optimismo y alegría de vivir, como si en el fondo se regocijara de saberse destinado al fracaso y a la soledad. Esta solo, pero siente que conoce a todos los habitantes de San Petersburgo, los observa alegremente, mira con atención cada detalle del mundo que lo rodea, canta, dialoga con las casas, y anhela el amor.

Y allí, deambulando por las calles, en pleno goce de su observación de ese mundo que le es tan conocido y ajeno al mismo tiempo, se tropieza con Nástenka, la mujer con la que pasaría las próximas noches embarcado en la heroica misión de lograr reunir a Nástenka con su novio, a quien espera desde hace ya un año y que, según lo prometido tiempo atrás, ha regresado a la ciudad para casarse con ella.

Nuestro personaje anhela tanto amar y ser amado, que se olvida por completo de si mismo en esta misión, no conoce el egoismo, no siente odio por el otro hombre, y el solo encuentro de cada noche con Nástenka le produce tal ansiedad y estado de júbilo que ni siquiera logra dormir. Frente a ella confiesa su vida entera: "..ahora se han abierto mil troneras en mi cabeza y tengo que verter mi corazón en un torrente de palabras, si no quiero que me ahoguen.."

A través de estos desesperados diálogos, cargados de dinamismo, anhelos y frustraciones, ambos personajes se van descubriendo mutuamente y a ellos mismos. Las confesiones se turnan entre el hombre y la mujer, quiénes construyen a través de la absoluta sinceridad, una amistad que se confunde demasiado con el amor. Este sentimiento, que es absolutamente visible en el hombre desde el primer encuentro con Nástenka, en ella se va construyendo durante el transcurso de las noches blancas, sin perjuicio del amor que siente por el otro y tal duplicidad será revelada finalmente en una carta enviada por Nástenka durante la mañana que cierra el relato: "...le dije a Ud. que le amaría, y sigo amándole, se lo juro; y siento por usted algo más que amor. Dios mío, si yo pudiese amarlos a los dos al mismo tiempo! Oh, si usted y él no fuesen más que un solo hombre!"

Si las noches eran claras y mágicas, la mañana se presenta oscura y hostil, lluviosa, triste. El ambiente que rodea al personaje se va fundiendo con su estado de ánimo, y con la visión de un futuro que ya intuía desde siempre: "Vi palidecer los colores de las paredes, divisé todavía más telerañas en los rincones. No se por qué, al mirar hacia afuera por la ventana, parecióme que la casa frontera también había envejecido y se habá puesto más descolorida y ruinosa...O será que mis ojos miraron en mi futuro y en él vieron algo árido y triste, algo semejante a mí mismo, al que soy ahora, al que seré dentro de quince años, en el mismo cuarto, igualmente solo.."

Pero cualquier sentimiento de piedad y condolencia que el lector pueda sentir hacia nuestro personaje a esta altura del relato, seguramente se transformará en una sutil sonrisa de admiración hacia la heroica exclamación final: "Qué tu vida, Nástenka, sea dichosa y tan clara y gustosa cual tu dulce sonrisa, y bendita seas por el momento de ventura y de felicidad que diste a otro corazón solitario y agradecido!
Dios mio! Todo un momento de felicidad! Sí!, ¿ no es acaso bastante para colmar una vida?..."

Y sí que lo es.





No hay comentarios: