lunes, 26 de mayo de 2014
Amor Feliz
Un amor feliz. ¿Es normal,
serio, útil?
¿Qué saca el mundo de dos personas
que no ven el mundo?
Encumbrados hacia sí mismos sin mérito alguno,
dos al azar entre un millón, pero seguros
de que así tenía que ocurrir. ¿Como premio de qué?, de nada;
la luz llega desde ninguna parte.
¿Por qué cae precisamente sobre ellos y no cae sobre otros?
¿Ofende eso a la justicia? Así es.
¿Viola principios cuidadosamente almacenados, derriba
de su cima a la moral? Viola y derriba.
Mirad qué felices:
¡si disimularan aunque fuera un poco,
si fingieran aflicción para animar a los amigos!
Escuchad cómo ríen. Es insultante.
Qué lenguaje utilizan, aparentemente comprensible.
Y esas ceremonias suyas, esas celebraciones,
sus rebuscadas obligaciones de unos para con otros,
¡parece una conspiración a espaldas de la humanidad!
Resulta incluso difícil prever qué sucedería
si pudiera cundir su ejemplo.
Qué podrían hacer religiones, poesías;
qué se recordaría, qué se abandonaría,
quién querría permanecer en el círculo.
Un amor feliz. ¿Es necesario?
El tacto y el sentido común nos obligan a callar al respecto
como si de un escándalo en las altas esferas de la Vida se tratara.
Espléndidos bebés nacen sin su ayuda.
Nunca podría poblar la tierra,
no es, que digamos, muy frecuente.
Que la gente que no conoce un amor feliz
afirme que no existe un amor feliz en ningún sitio.
Con esa creencia les será más llevadero vivir, y también morir.
Wislawa Szymborska
lunes, 15 de abril de 2013
Anoche...
anoche soñé poesía
flotaba entre lilas
entre versos desordenados
que fluían como lava
ardiente
anoche soñé poesía
y era perfecta
porque era libre
sin manos, ni papel
ni pensamiento
anoche soñé poesía
y era sólo sueño
poesía
y sueño...
flotaba entre lilas
entre versos desordenados
que fluían como lava
ardiente
anoche soñé poesía
y era perfecta
porque era libre
sin manos, ni papel
ni pensamiento
anoche soñé poesía
y era sólo sueño
poesía
y sueño...
lunes, 11 de marzo de 2013
Asesíname
Aquí tienes
vengo a hacerte entrega
de mis armas y mis combates
también de mis delirios
y de las flores que crecían
en la arena movediza
Toma mis puñales heroicos
y clávamelos en la esperanza
no dejes un solo trozo vivo
para que no duela
haz seguro el movimiento metálico
No habrán denuncias
nadie sabe que existes ni existirás
has silenciado cada encuentro
cauteloso, medido y amordazado
planificando muertes
Desde algún cielo oscuro
donde ni una sola estrella se atreve
te estaré mirando en la torre de piedra
en silencio, sangrando, estoicamente
como la heroína que no he sido
jamás
vengo a hacerte entrega
de mis armas y mis combates
también de mis delirios
y de las flores que crecían
en la arena movediza
Toma mis puñales heroicos
y clávamelos en la esperanza
no dejes un solo trozo vivo
para que no duela
haz seguro el movimiento metálico
No habrán denuncias
nadie sabe que existes ni existirás
has silenciado cada encuentro
cauteloso, medido y amordazado
planificando muertes
Desde algún cielo oscuro
donde ni una sola estrella se atreve
te estaré mirando en la torre de piedra
en silencio, sangrando, estoicamente
como la heroína que no he sido
jamás
martes, 5 de marzo de 2013
De Deshielo a Mediodía
Liviana, vuelve la bofetada de las esferas celestes.
La música, a nuestra sombra, inocente como
el agua de la fuente que sube entre animales salvajes,
artísticamente petrificada alrededor del chorro de agua.
La música, a nuestra sombra, inocente como
el agua de la fuente que sube entre animales salvajes,
artísticamente petrificada alrededor del chorro de agua.
Con las cuerdas disfrazadas de bosque.
Con las cuerdas como el aparejo del aguacero
la lancha es azotada por los cascos de un aguacero
y en lo íntimo, en el atasco del giroscopio, alegría.
Esta tarde se refleja la bonanza del mundo,
cuando las cuerdas son instaladas, sin que nadie toque.
Inmóviles en la niebla, los árboles del bosque
y la tundra húmeda espejeando en sí misma.
La mitad muda de la música está aquí, como el olor
a resina anda en torno a ramas heridas por el rayo.
En cada hombre, un verano subterráneo.
En el cruce de caminos, una sombra,
y se aleja corriendo, siguiendo la trompeta de Bach.
La piedad inspira súbita cautela. Dejar
su disfraz de yo en esta playa
donde la ola golpea y se retira, golpea
y se retira.
Tomas Tranströmer
lunes, 26 de noviembre de 2012
Ver
En la oscuridad los ojos
son pozos, mimetizados
ausentes, desesperados
Un minuto, o dos
-el tiempo
entre la guerra y la tregua-
son suficientes
Y la claridad
con todo su peso
se hace visible
y nos aplasta
son pozos, mimetizados
ausentes, desesperados
Un minuto, o dos
-el tiempo
entre la guerra y la tregua-
son suficientes
Y la claridad
con todo su peso
se hace visible
y nos aplasta
sábado, 17 de noviembre de 2012
Caer
Minúscula
una nada, un solo punto difuso
y el horizonte
apenas un esbozo
casi invisible
Una partícula
en los brazos del viento
va y viene como mareada
cayendo, hundiéndose
en la porosa superficie
Y el silencio.
una nada, un solo punto difuso
y el horizonte
apenas un esbozo
casi invisible
Una partícula
en los brazos del viento
va y viene como mareada
cayendo, hundiéndose
en la porosa superficie
Y el silencio.
martes, 6 de noviembre de 2012
Los otros
Distintos mundos.
Siempre el aquí y allá, los otros,
la frontera, el miedo.
En cada pedazo de tierra
la sangre, el hambre
la historia como un estigma
y la historia no conocida
de los otros.
Los otros que somos nosotros
y también los demás
separados por una línea imaginaria
absurda, impenetrable.
Siempre el aquí y allá, los otros,
la frontera, el miedo.
En cada pedazo de tierra
la sangre, el hambre
la historia como un estigma
y la historia no conocida
de los otros.
Los otros que somos nosotros
y también los demás
separados por una línea imaginaria
absurda, impenetrable.
miércoles, 25 de julio de 2012
Vértigo
Un silencio demasiado puro, demasiado mío, demasiado tuyo.
No es que no haya qué decir, no es el desencuentro con el lenguaje aprendido.
Es lo que desconocemos al pie del abismo.
martes, 24 de julio de 2012
invernal
sufre el invierno en aquella espesura
donde pájaros grises se agitan
entre ramas temblorosas, crujientes
a punto de quebrarse
sufre contra los cristales húmedos
golpea puertas, implora, ansía
con esa ansiedad de los locos
que no encuentran lo que no saben
que buscan
sufre también el amor, y la memoria
irrevocable, absurda, hostigante
clava sus uñas en la piel del que añora
la estación que no llegará esta noche
descienden hasta mí las hojas de ese bosque
en sus finas nervaduras hay lamentos
dibujados como venas sangrantes, punzantes
dispuestas a abrirse en ríos de sangre
me tocan, me cubren y yo las miro caer
y tocarme, y cubrirme hasta el cuello
y no es el espanto el que desciende hasta mis pies helados
es el amor que sufre, buscando, cayendo, buscando
Llévame
El frío como una constante
línea apenas mutable
entre caricia y caricia
y mil noches de llana ausencia
Un pájaro se estrella contra el vidrio
y aletea desesperado hacia la imagen
de su propia imagen aleteando
de su propia imagen aleteando
y cae, agotado de torpe insistencia
En esta caja hay palabras contenidas
la llave que nunca gira espera
yace sobre minutos acompasados
resistiendo al verbo temerario
Allí afuera hay amaneceres que anuncian
rojas sinfonías de amor o de muerte
y aquí los ojos, colgando del techo impávidos
se ciernen sobre el oscuro muelle
He de partir, lo sé
estoy amando
a pesar del pájaro, del frío y de la muerte
que amanecerá ineludible en las ventanas
Llévame!
viernes, 29 de junio de 2012
Siempre vs Nunca
siempre
el amor como una súplica
nunca el pájaro azul
nunca desbocado el río
nunca el deshielo
siempre la jaula
las piedras, la mortaja
siempre
nunca
el círculo vital
siempre los triángulos
siempre la espera de un sentido
siempre un sin sentido
nunca el paso siguiente
el abismo, y la red
nunca
viernes, 22 de junio de 2012
Técnicas para hallar la estupidez
Para hallar la estupidez no hacen faltan manuales
la estupidez humedece las manos
endurece el pecho, esquiva las miradas
calla todas las palabras posibles
paraliza los músculos, contiene el aire.
Para hallar la estupidez no hay que escalar montañas
hay que transitar terrenos llanos, tímidos senderos
hay que aferrarse al bastón, hay que conformarse
alejarse, protegerse, cerrar los ojos, oídos, pensamiento.
Para hallar la estupidez hay que reirse a carcajadas
lo más fuerte posible, lo más alto que se pueda
para no escucharse, para no escucharla, para mentirse
para enterrarse en el lodo de las máscaras.
Para hallar las estupidez hay mil y una formas
hay justificaciones, invenciones, aparatos
pastillas, licores, trampas, desatinos
hay miedo, hay muchos saltos contenidos en la cornisa
hay soledad, esquinas ignoradas, hipnosis, aturdimiento.
Para hallar la estupidez hay que evitar la derrota
el amor, el espejo, el otro, los latidos
hay que dejar de creer, y sobre todas las técnicas posibles
hay que ser estupidamente humano.
lunes, 11 de junio de 2012
Escrito en el fuego

Algo se desdibuja
en el rostro del ayer
el trazo de los días
gotea tinta derramada
no hay certezas posibles
ni siquiera el milagro
Sobre lo que fue
clavado el acero desgarra
horas, oraciones, oráculos
ya nada es
todo fue, y todo arde
No hay ojos en el espejo
ni siquiera llanto
solo oscuras piedras
carbonizadas, intangibles
carbonizadas, intangibles
insólitos hallazgos
lunes, 7 de mayo de 2012
Anfibio
Dame por favor algo necesario
que alimente mi voz
La razón para amarte tanto
vivir en vos, vivir y morir en vos
No hay nada peor que los calendarios
si hay fin es hoy
Razón tiene el diccionario
y a mí sólo me guía el sol
A mí sólo me guía el sol
Crecer, reventar y a tu lado estar
quiero que el anfibio emane del azul
contemplar pendiente del mar
y vibrar en los campos de luz
Un poco mejor que hace varios años
sufrí y mentí por vos
la pasión no la estoy dejando
a mí tan sólo me guía el sol
Largos, tan altos los dos
nos desnudamos de espalda a Dios
luego de darle la mano
Largos, tan altos los dos
nos desnudamos de espalda al sol
nos despedimos cayendo
Lisandro Aristimuño
que alimente mi voz
La razón para amarte tanto
vivir en vos, vivir y morir en vos
No hay nada peor que los calendarios
si hay fin es hoy
Razón tiene el diccionario
y a mí sólo me guía el sol
A mí sólo me guía el sol
Crecer, reventar y a tu lado estar
quiero que el anfibio emane del azul
contemplar pendiente del mar
y vibrar en los campos de luz
Un poco mejor que hace varios años
sufrí y mentí por vos
la pasión no la estoy dejando
a mí tan sólo me guía el sol
Largos, tan altos los dos
nos desnudamos de espalda a Dios
luego de darle la mano
Largos, tan altos los dos
nos desnudamos de espalda al sol
nos despedimos cayendo
Lisandro Aristimuño
domingo, 6 de mayo de 2012
Mudez
He sentido las palabras
anudarse en la garganta
que como un oscuro túnel
solitario e interminable
rastreaba hilos de luz ausente.
He sentido las palabras
anudadas como lianas
entre arbóreas manos
reptando absurdas superficies
selváticas sendas silenciosas.
He sentido las palabras
zumbando como abejas furiosas
aleteando hasta morir sobre la luz
ciegas, cayendo
enmudecidas sobre el mantel.
He sentido las palabras
hilvanar nuestros nombres
sobre el lienzo desgastado y sucio
y han querido pronunciarnos
pero precisa e implacable
la aguja
se les ha clavado en la garganta.
martes, 1 de mayo de 2012
Aguafuertes Porteñas - Roberto Arlt
Sabía lo que iba a buscar cuando entré en la Librería Hernández de la Calle Corrientes. No era Borges, esta vez. Era Roberto Arlt y un título específico: Aguafuertes Porteñas.
Porqué? Porque encajaba perfectamente en mi motivación de este último viaje: descubrir el auténtico espíritu porteño.
Quizás, en estos tiempos que corren, hablar de un auténtico espíritu porteño descubierto a través de un escritor que lo describió hace más de setenta años, suene un poco descabellado. Pero después de leer el libro, estoy convencida de la plena vigencia que estas "aguafuertes" aún tienen a la hora de pintar ciertos personajes que deambulan por los barrios porteños.
Me tentó la idea de leer el prólogo sin saber quien lo escribía y en él encontré declaraciones tales como: " La obra de Arlt puede ser un ejemplo de carencia de autocrítica. De sus nueve cuentos recogidos en libros, éste lector envidia dos: Las Fieras, Ester Primavera y desprecia el resto.
Su estilo es con frecuencia enemigo personal de la gramática. Las Aguafuertes Porteñas son, en su mayoría, perfectamente desdeñables.
Las objeciones siguen pero éstas son las principales y bastan. Los anteriores argumentos del abogado del diablo son, repetimos, irrebatibles. Seguimos profunda, definitivamente convencidos de que si algun habitante de estas humildes playas logró acercarse a la genialidad literaria, llevaba por nombre Roberto Arlt. No hemos podido nunca demostrarlo. Nos ha sido imposible abrir un libro suyo y dar a leer el primer capítulo o la página o la frase capaces de convencer al contradictor. Desarmados, hemos preferido creer que la suerte nos había provisto, por lo menos, de la facultad de la intuición literaria. Y este don no puede ser transmitido."
Eran palabras de Juan Carlos Onetti. Y las dudas que tuve al comienzo de la lectura del prólogo, se habían disipado.
En “Aguafuertes Porteñas”, Roberto Arlt se pone en la piel de ciertos personajes bonaerenses para hablarnos de
la idiosincracia
de un pueblo que habita del otro lado del charco, en los años cuarenta, con todas las similitudes que nos hermanan y en las que Onetti, seguramente, también se ha visto reflejado.
"Las aguafuertes aparecían, al principio, todos los martes (en el diario El Mundo) y su éxito fue excesivo para los intereses del diario. El director, Muzzio Sáenz Peña, comprobó muy pronto que El Mundo, los martes, casi duplicaba la venta de los demás días. Entonces resolvió despistar a los lectores y publicar las "Aguafuertes" cualquier día de la semana. En busca de Arlt no hubo más remedio que comprar El Mundo todos los días, del mismo modo que se persiste en apostar al mismo número de lotería con la esperanza de acertar."
Arlt, a través de un pintoresco relato, retrata fielmente al hombre común de barrio en todas sus miserias y fortunas, logrando una obra que bien podría compararse con un cuadro en el que desfilan los más auténticos personajes porteños: el fiacún, el squenun, el que se tira a muerto, el garronero, el vagabundo, el soltero empedernido, el hombre corcho, el político cínico, la nena que desprecia a su insignificante enamorado y desvaloriza el paso del tiempo, las muchachas de los atados en la cabeza, las madres, los ladrones, el latero, los padres negreros.
En esta identidad porteña pintada por Arlt, se olfatea una identidad prestada, que viene muy de atrás, de los antepasados que heredamos los rioplatenses de italianos y españoles y ambas confluyen en lo que hoy somos ambos pueblos de aquí y de allá, una mixtura de culturas que rinden culto a la vagancia, a la "viveza criolla", a la melancolía, al lento transcurrir del tiempo sentados en una "atrapadora y engrupidora" silla, ubicada en la puerta de cualquier barrio cuando el verano llega.
¿Quién no reconoce a esos personajes? ¿Quién no se ha visto reflejado en alguno de ellos?
Solo hay que leer y encontrarse.
Y para muestra, basta un botón:
El Placer de Vagabundear.
"Comienzo por declarar que creo que para vagabundear se necesitan
excepcionales condiciones de soñador. Ya lo dijo el ilustre Macedonio
Fernández: "No toda es vigilia la de los ojos abiertos".
Digo
esto porque hay vagos, y vagos. Entendámonos. Entre el "crosta" de
botines destartalados, pelambre mugrientosa y enjundia con más grasa que
un carro de matarife, y el vagabundo bien vestido, soñador y
escéptico, hay más distancia que entre la Luna y la Tierra.
Salvo que ese vagabundo se llame Máximo Gorki, o Jack London, o Richepin.
Ante
todo, para vagar hay que estar por completo despojado de prejuicios y
luego ser un poquitín escéptico, escéptico como esos perros que tienen
la mirada de hambre y que cuando los llaman menean la cola, pero en vez
de acercarse, se alejan, poniendo entre su cuerpo y la humanidad, una
respetable distancia.
Claro está que nuestra ciudad no es de las más apropiadas para el atorrantismo sentimental, pero ¡qué se le va a hacer!
Para
un ciego, de esos ciegos que tienen las orejas y los ojos bien
abiertos inútilmente, nada hay para ver en Buenos Aires, pero, en
cambio, ¡qué grandes, qué llenas de novedades están las calles de la
ciudad para un soñador irónico y un poco despierto! ¡Cuántos dramas
escondidos en las siniestras casas de departamentos! ¡Cuántas historias
crueles en los semblantes de ciertas mujeres que pasan! ¡Cuánta
canallada en otras caras! Porque hay semblantes que son como el mapa
del infierno humano. Ojos que parecen pozos. Miradas que hacen pensar
en las lluvias de fuego bíblico. Tontos que son un poema de
imbecilidad.
Granujas que merecerían una estatua por
buscavidas. Asaltantes que meditan sus trapacerías detrás del cristal
turbio, siempre turbio, de una lechería. El profeta, ante este
espectáculo, se indigna. El sociólogo construye indigestas teorías. El
papanatas no ve nada y el vagabundo se regocija. Entendámonos. Se
regocija ante la diversidad de tipos humanos. Sobre cada uno se puede
construir un mundo. Los que llevan escritos en la frente lo que
piensan, como aquellos que son más cerrados que adoquines, muestran su
pequeño secreto... el secreto que los mueve a través de la vida como
fantoches.
A veces lo inesperado es un hombre que piensa
matarse y que lo más gentilmente posible ofrece su suicidio como un
espectáculo admirable y en el cual el precio de la entrada es el terror
y el compromiso en la comisaría seccional. Otras veces lo inesperado
es una señora dándose de cachetadas con su vecina, mientras un coro de
mocosos se prende de las polleras de las furias y el zapatero de la
mitad de cuadra asoma la cabeza a la puerta de su covacha para no
perder el plato.
Los extraordinarios encuentros de la calle. Las
cosas que se ven. Las palabras que se escuchan. Las tragedias que se
llegan a conocer. Y de pronto, la calle, la calle lisa y que parecía
destinada a ser una arteria de tráfico con veredas para los hombres y
calzada para las bestias y los carros, se convierte en un escaparate,
mejor dicho, en un escenario grotesco y espantoso donde, como en los
cartones de Goya, los endemoniados, los ahorcados, los embrujados, los
enloquecidos, danzan su zarabanda infernal.
Porque, en
realidad, ¿qué fue Goya, sino un pintor de las calles de España? Goya,
como pintor de tres aristócratas zampatortas, no interesa. Pero Goya,
como animador de la canalla de Moncloa, de las brujas de Sierra
Divieso, de los bigardos monstruosos, es un genio. Y un genio que da
miedo.
Y todo eso lo vio vagabundeando por las calles.
La
ciudad desaparece. Parece mentira, pero la ciudad desaparece para
convertirse en un emporio infernal. Las tiendas, los letreros
luminosos, las casas quintas, todas esas apariencias bonitas y
regaladoras de los sentidos, se desvanecen para dejar flotando en el
aire agriado las nervaduras del dolor universal. Y del espectador se
ahuyenta el afán de viajar. Más aún: he llegado a la conclusión de que
aquél que no encuentra todo el universo encerrado en las calles de su
ciudad, no encontrará una calle original en ninguna de las ciudades del
mundo. Y no las encontrará, porque el ciego en Buenos Aires es ciego en
Madrid o Calcuta...
Recuerdo perfectamente que los
manuales escolares pintan a los señores o caballeritos que callejean
como futuros perdularios, pero yo he aprendido que la escuela más útil
para el entendimiento es la escuela de "la calle, escuela agria, que
deja en el paladar un placer agridulce y que enseña todo aquello que
los libros no dicen jamás. Porque, desgraciadamente, los libros los
escriben los poetas o los tontos.
Sin embargo, aún pasará
mucho tiempo antes de que la gente se dé cuenta de la utilidad de
darse unos baños de multitud y de callejeo. Pero el día que lo aprendan
serán más sabios, y más perfectos y más indulgentes, sobre todo. Sí,
indulgentes. Porque más de una vez he pensado que la magnífica
indulgencia que ha hecho eterno a Jesús, derivaba de su continua vida
en la calle. Y de su comunión con los hombres buenos y malos, y con las
mujeres honestas y también con las que no lo eran."
domingo, 8 de abril de 2012
Ciudad en celo
Sí, es una mina
una mina brava, difícil
como dice el Duke
que cuando no la tenés
la extrañás
y cuando la tenés
la querés tirar por la ventana.
Una mina histérica, furiosa
apurada y hostil
digo yo.
Pero si le buscás la vuelta
afloja
todas las minas terminan aflojando
está escrito en su naturaleza
blanda, permeable, romanticona.
Afloja como un malevo
que te cachetea y al final
te pide de rodillas un beso
Te recita un verso de Borges
o te invita con un café en La Poesía
y te llora en una esquina un tango
y vos no podés
más que abrazarla
aunque te resistas
aunque la hayas querido matar
aunque te haya apuñalado impunemente
una y otra vez
la abrazás.
viernes, 30 de marzo de 2012
martes, 6 de marzo de 2012
El Barón Rampante - Italo Calvino
"Fue el 15 de junio de 1767 cuando Cósimo Piovasco de Rondó, mi hermano, se sentó por última vez entre nosotros. Lo recuerdo como si fuera hoy. Estábamos en el comedor de nuestra villa de Ombrosa, las ventanas enmarcaban las espesas ramas de la gran encina del parque. Era mediodía, y nuestra familia por tradición se sentaba a la mesa a aquella hora, a pesar de estar ya difundida entre los nobles la moda, procedente de la poco madrugadora Corte de Francia, de comer a media tarde. Recuerdo que soplaba viento del mar y las hojas se movían. Cósimo dijo: "He dicho que no quiero y no quiero!", y rechazó el plato de caracoles. Nunca se había visto una desobediencia tan grave."
Desde las primeras líneas de El Barón Rampante, ya queda muy en claro el carácter de este personaje impulsivo, de férrea voluntad y absolutamente adorable (virtud que se revelará más adelante) que Calvino ha construido en esta fábula. También se nos devela la ubicación geográfica, los títulos nobiliarios de la familia y a quien pertenece la voz del relato (refugio tras el cual Calvino se protege de su impulso demasiado intenso a identificarse con el personaje, como él mismo lo expresara). Desde el personaje de Biagio, un hermano de carácter más bien docil y moderado, el autor nos narra la vida durante más de cincuenta años, de un hombre que, siendo niño, toma una decisión definitiva: encaramarse en las copas de los árboles y no bajar jamás.
"Cósimo subió hasta la horquilla de una gruesa rama en donde podía estar cómodo, y se sentó allí, con las piernas que le colgaban, cruzado de brazos con las manos bajo los sobacos, la cabeza hundida entre los hombros, el tricornio calado sobre la frente. Nuestro padre se asomó al antepecho.
- Cuando te canses de estar ahi ya cambiarás de idea! - le gritó.
- Nunca cambiaré de idea - dijo mi hermano, desde la rama.
- Ya verás, en cuanto bajes!
- No bajaré nunca más!
Y mantuvo su palabra."
El Barón Rampante, surge según confiesa el propio Calvino, como concreción de su verdadero tema narrativo: "Una persona se fija voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta sus últimas consecuencias, ya que sin ella no sería él mismo ni para sí ni para los otros."
El aparente aislamiento del Barón y la búsqueda de la soledad sobre los árboles, se desdibuja durante el desarrollo de la historia, ya que es a partir de su "subida" al mundo arbóreo que Cósimo encuentra la forma más auténtica de relacionarse con la humanidad, tomando la distancia que le permite abarcarlo todo con su mirada, entenderlo todo, y desde allí, cada vez más alto y más a lo ancho, saltando de rama en rama por los frondosos bosques de Ombrosa, participar de manera beneficiosa en la vida de los demás.
Ahora, desde las alturas, el personaje inicia un largo camino de aprendizaje, procurándose primero las comodidades necesarias para vivir a la intemperie, para luego profundizar en las técnicas de caza, la hidráulica, la apicultura, el arte de las letras e inclusive, la experiencia sobrecogedora del amor.
Desfilan bajo sus pies, y a veces junto a él sobre los árboles, personajes tanto o más solitarios, como el tío Abogado, el bandido Gian dei Brughi, sus propios padres, y la caprichosa y apasionada Viola, con quienes el Barón va construyendo relaciones mucho más ricas desde las alturas que permaneciendo con los pies sobre la tierra.
"En sus solitarias vueltas por los bosques, los encuentros humanos eran, aunque escasos, tales que se imprimían en el ánimo, encuentros con gente que entre nosotros no se ve."
"A Cósimo, el comprender el carácter de Enea Silvio Carrega le sirvió para esto: entendió muchas cosas sobre el estar solos que después en la vida le fueron útiles. Diría que llevó siempre consigo la imagen insólita del caballero abogado, como advertencia de aquello en que puede convertirse el hombre que separa su suerte de la de los demás, y consiguió no parecérsele nunca."
"Con el trato con el bandido, pues, Cósimo había adquirido una desmesurada pasión por la lectura y el estudio, que mantuvo luego durante todo su vida. La actitud habitual en que se lo encontraba ahora, era con un ibro abierto en la mano, sentado a horcajadas de una rama cómoda, o bien apoyado en una horqueta como en un pupitre de escuela, con una hoja encima de una tablilla, el tintero en un hueco del árbol, escribiendo con una larga pluma de oca."
"Para guardar los libros, Cósimo construyó en distintas ocasiones una especie de bibliotecas colgantes, resguardadas lo mejor posible de la lluvia y los roedores, pero las cambiaba continuamente de sitio, según los estudios y lo gustos del momento, porque él consideraba los libros un poco como pájaros, y no quería verlos quietos o enjaulados, de lo contrario decía que entristecían."
"Comprendió esto: que las asociaciones hacen al hombre más fuerte y ponen de relieve las mejores dotes de cada persona, y dan una satisfacción que raramente se consigue permaneciendo por cuenta propia: ver cuánta gente honesta y esforzada y capaz hay, por la que vale la pena querer cosas buenas (mientras que viviendo por cuenta propia sucede más bien lo contrario, se ve la otra cara de la gente, aquella por la que es necesario tener siempre la mano en la espada)."
"Convaleciente, inmóvil en el nogal, profundizaba en sus estudios más serios. Comenzó en esa época, a escribir un Proyecto de Constitución de un Estado ideal fundado sobre los árboles, en el que se describía la imaginaria República de Arbórea, habitada por hombres justos...
El epílogo del libro habría debido ser éste: el autor, habiendo fundado el Estado perfecto en lo alto de lo árboles y convencido a toda la humanidad de que se estableciera en ellos y viviera feliz, bajaba a habitar en la tierra, que se había quedado desierta.
Habría debido ser, pero la obra quedó inacabada. Le mandó un resumen a Diderot, firmando simplemente: Cósimo Rondó, lector de la Enciclopedia. Diderot se lo agredeció con una breve carta."
El marco histórico de la ficción, que es fiel a los acontecimientos de la época en la que se desarrolla, a fines del siglo XVIII, nos permite asistir a diálogos absolutamente memorables como aquel que mantiene con el mismísimo Napoleón y que parodia el famoso encuentro de Alejandro Magno con Diógenes, pero con algunas "pequeñas" variantes en relación al diálogo original, que hacen de esta una de las situaciones más irónicas e hilarantes del libro.
"-Puedo hacer algo por vos, mon Empereur?
- Sí, sí- dijo Napoleón-, poneos un poco más acá, os lo ruego, para protegerme del sol, sí, así, quieto...Luego se calló, como asaltado por una idea, y vuelto al virrey Eugenio: - Tout cela me rapelle quelque chose..Quelque chose que j'ai déja vu....
Cósimo acudió en su ayuda:
- No erais vos, Majestad: era Alejandro Magno.
- Ah, pues claro! - dijo Napoleón- El encuentro de Alejandro y Diógenes!
- Solo que entonces -añadió Cósimo-, era Alejandro quien preguntaba a Diógenes qué podía hacer por él, y Diógenes quien le rogaba que se apartara...
Napoleón chasqueó los dedos como si por fin hubiese encontrado la frase que andaba buscando. Se aseguró con una ojeada que los dignatarios del séquito lo estuviesen escuchando, y dijo, en óptimo italiano:
- Si yo no fuera el emperador Napoléon, habría querido ser el ciudadano Cósimo Rondó!
Y se dió la vuelta y se fue....
Todo acabó en eso. Se esperaba que al cabo de una semana le llegase a Cósimo la cruz de la Legión de Honor. Pero nada. Mi hermano quizá se burlaba de ello, pero a la familia nos habría gustado."
Desde las primeras líneas de El Barón Rampante, ya queda muy en claro el carácter de este personaje impulsivo, de férrea voluntad y absolutamente adorable (virtud que se revelará más adelante) que Calvino ha construido en esta fábula. También se nos devela la ubicación geográfica, los títulos nobiliarios de la familia y a quien pertenece la voz del relato (refugio tras el cual Calvino se protege de su impulso demasiado intenso a identificarse con el personaje, como él mismo lo expresara). Desde el personaje de Biagio, un hermano de carácter más bien docil y moderado, el autor nos narra la vida durante más de cincuenta años, de un hombre que, siendo niño, toma una decisión definitiva: encaramarse en las copas de los árboles y no bajar jamás.
"Cósimo subió hasta la horquilla de una gruesa rama en donde podía estar cómodo, y se sentó allí, con las piernas que le colgaban, cruzado de brazos con las manos bajo los sobacos, la cabeza hundida entre los hombros, el tricornio calado sobre la frente. Nuestro padre se asomó al antepecho.
- Cuando te canses de estar ahi ya cambiarás de idea! - le gritó.
- Nunca cambiaré de idea - dijo mi hermano, desde la rama.
- Ya verás, en cuanto bajes!
- No bajaré nunca más!
Y mantuvo su palabra."
El Barón Rampante, surge según confiesa el propio Calvino, como concreción de su verdadero tema narrativo: "Una persona se fija voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta sus últimas consecuencias, ya que sin ella no sería él mismo ni para sí ni para los otros."
El aparente aislamiento del Barón y la búsqueda de la soledad sobre los árboles, se desdibuja durante el desarrollo de la historia, ya que es a partir de su "subida" al mundo arbóreo que Cósimo encuentra la forma más auténtica de relacionarse con la humanidad, tomando la distancia que le permite abarcarlo todo con su mirada, entenderlo todo, y desde allí, cada vez más alto y más a lo ancho, saltando de rama en rama por los frondosos bosques de Ombrosa, participar de manera beneficiosa en la vida de los demás.
Ahora, desde las alturas, el personaje inicia un largo camino de aprendizaje, procurándose primero las comodidades necesarias para vivir a la intemperie, para luego profundizar en las técnicas de caza, la hidráulica, la apicultura, el arte de las letras e inclusive, la experiencia sobrecogedora del amor.
Desfilan bajo sus pies, y a veces junto a él sobre los árboles, personajes tanto o más solitarios, como el tío Abogado, el bandido Gian dei Brughi, sus propios padres, y la caprichosa y apasionada Viola, con quienes el Barón va construyendo relaciones mucho más ricas desde las alturas que permaneciendo con los pies sobre la tierra.
"En sus solitarias vueltas por los bosques, los encuentros humanos eran, aunque escasos, tales que se imprimían en el ánimo, encuentros con gente que entre nosotros no se ve."
"A Cósimo, el comprender el carácter de Enea Silvio Carrega le sirvió para esto: entendió muchas cosas sobre el estar solos que después en la vida le fueron útiles. Diría que llevó siempre consigo la imagen insólita del caballero abogado, como advertencia de aquello en que puede convertirse el hombre que separa su suerte de la de los demás, y consiguió no parecérsele nunca."
"Con el trato con el bandido, pues, Cósimo había adquirido una desmesurada pasión por la lectura y el estudio, que mantuvo luego durante todo su vida. La actitud habitual en que se lo encontraba ahora, era con un ibro abierto en la mano, sentado a horcajadas de una rama cómoda, o bien apoyado en una horqueta como en un pupitre de escuela, con una hoja encima de una tablilla, el tintero en un hueco del árbol, escribiendo con una larga pluma de oca."
"Para guardar los libros, Cósimo construyó en distintas ocasiones una especie de bibliotecas colgantes, resguardadas lo mejor posible de la lluvia y los roedores, pero las cambiaba continuamente de sitio, según los estudios y lo gustos del momento, porque él consideraba los libros un poco como pájaros, y no quería verlos quietos o enjaulados, de lo contrario decía que entristecían."
"Comprendió esto: que las asociaciones hacen al hombre más fuerte y ponen de relieve las mejores dotes de cada persona, y dan una satisfacción que raramente se consigue permaneciendo por cuenta propia: ver cuánta gente honesta y esforzada y capaz hay, por la que vale la pena querer cosas buenas (mientras que viviendo por cuenta propia sucede más bien lo contrario, se ve la otra cara de la gente, aquella por la que es necesario tener siempre la mano en la espada)."
"Convaleciente, inmóvil en el nogal, profundizaba en sus estudios más serios. Comenzó en esa época, a escribir un Proyecto de Constitución de un Estado ideal fundado sobre los árboles, en el que se describía la imaginaria República de Arbórea, habitada por hombres justos...
El epílogo del libro habría debido ser éste: el autor, habiendo fundado el Estado perfecto en lo alto de lo árboles y convencido a toda la humanidad de que se estableciera en ellos y viviera feliz, bajaba a habitar en la tierra, que se había quedado desierta.
Habría debido ser, pero la obra quedó inacabada. Le mandó un resumen a Diderot, firmando simplemente: Cósimo Rondó, lector de la Enciclopedia. Diderot se lo agredeció con una breve carta."
El marco histórico de la ficción, que es fiel a los acontecimientos de la época en la que se desarrolla, a fines del siglo XVIII, nos permite asistir a diálogos absolutamente memorables como aquel que mantiene con el mismísimo Napoleón y que parodia el famoso encuentro de Alejandro Magno con Diógenes, pero con algunas "pequeñas" variantes en relación al diálogo original, que hacen de esta una de las situaciones más irónicas e hilarantes del libro.
"-Puedo hacer algo por vos, mon Empereur?
- Sí, sí- dijo Napoleón-, poneos un poco más acá, os lo ruego, para protegerme del sol, sí, así, quieto...Luego se calló, como asaltado por una idea, y vuelto al virrey Eugenio: - Tout cela me rapelle quelque chose..Quelque chose que j'ai déja vu....
Cósimo acudió en su ayuda:
- No erais vos, Majestad: era Alejandro Magno.
- Ah, pues claro! - dijo Napoleón- El encuentro de Alejandro y Diógenes!
- Solo que entonces -añadió Cósimo-, era Alejandro quien preguntaba a Diógenes qué podía hacer por él, y Diógenes quien le rogaba que se apartara...
Napoleón chasqueó los dedos como si por fin hubiese encontrado la frase que andaba buscando. Se aseguró con una ojeada que los dignatarios del séquito lo estuviesen escuchando, y dijo, en óptimo italiano:
- Si yo no fuera el emperador Napoléon, habría querido ser el ciudadano Cósimo Rondó!
Y se dió la vuelta y se fue....
Todo acabó en eso. Se esperaba que al cabo de una semana le llegase a Cósimo la cruz de la Legión de Honor. Pero nada. Mi hermano quizá se burlaba de ello, pero a la familia nos habría gustado."
martes, 21 de febrero de 2012
Valizas - Rodolfo Santullo y Marcos Vergara

Muy atrás habían quedado aquellas historietas que devoraba en mi adolescencia, panza arriba en alguna playa de Piriápolis. Pero eso es historieta antigua.
Hace un par de meses, en alguna tarde de ocio, de esas que desafortunadamente no abundan en mi vida, me encontré navegando en algunos sitios de internet de autores que han elegido contar historias a través del dibujo. Algunas de ellas me han hecho reir como hace tiempo no lo hacía (y en tiempos de risas difíciles, bienvenidas sean!) , otras me han provocado una leve sonrisa cómplice ante la aparición de situaciones cotidianas, presentadas bajo el sutil trazo de la simpleza.
Y otras, como "Valizas", del guionista uruguayo Rodolfo Santullo y el dibujante argentino Marcos Vergara, han pasado ya a integrar la biblioteca de imprescindibles de este piso seis, reflejo virtual del espacio real.
Y así como en la vida todo es mezcla de realidad y fantasía, y sin ésta última los seres humanos no seríamos capaces de sobrevivir una sola realidad, también esta historia conjuga de una manera deliciosa la realidad de una familia uruguaya, residiendo en Valizas en plena dictadura militar y enfrentándose a sus propios demonios entre las espesas dunas del balneario rochense, y fantásticas apariciones como son el faro y las fábulas de Meneses (el farero), elementos introducidos en la historia como salvataje, el manotazo de ahogado de aquellos que, casi muertos de miedo o angustia, recurren a pequeños trucos mágicos que los ahuyenten.
En este crudo invierno, los escasos personajes que transitan por los desolados e "inhóspitos" paisajes (como si acaso no hubiese sido mucho más inhóspito que el relato transcurriera en plena ciudad, en cualquier ciudad uruguaya durante aquellos años feroces), encierran en su interior una carga muy pesada, de la que casi no se habla, se intuye, se percibe en el aire filoso como el helado viento valizero. Pareciera que la soledad los ahogara y sin embargo, no están solos, porque cada uno se las ingenia perfectamente bien para reencontrarse con el otro, a su debido tiempo, y con recursos propios: la complicidad constante de Felipe y Rufo, el amor entre Ulises y Raquel, las visitas de Felipe a Don Meneses en busca del alivio necesario que le ofrecen sus fábulas, el regreso de Penélope y la reconciliación familiar que permite, siempre, seguir mirando hacia adelante.
Se deslizan sutilmente, en las fábulas narradas por Meneses, algunos guiños a favor de la verdad y la justicia, como en la que narra la construcción del Faro de Alejandría: "Pero lo que aquellos no podían adivinar era que Sóstrato había entendido que el tiempo es ajeno al capricho de los hombres.
Y que hay verdades que no pueden permanecer
ocultas. Las acciones de los hombres pueden ser ignoradas, pero no
olvidadas."
Se puede leer en on-line aquí: http://valizashistorieta.blogspot.com/
Pero no hay como el papel para poder desmenuzar a ritmo lento cada detalle de todo el arte que contiene el libro, disfrutarlo, palparlo, dejarse llevar como por el viento porfiado de Valizas, que silba en cada página como una réplica perfecta de uno de los lugares más mágicos que tiene nuestro paisito; y atesorarlo.
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