miércoles, 25 de febrero de 2009

Corazón

Ay, corazón!
te has recluido tanto tiempo
en cajones de espera y agonía
encadenado a una sombra
a mil sombras
a dos manos quietas
a un árbol caído.

Tú que has sido terco y mendigo
que te has inventado mil excusas
contra el olvido,
-qué digo olvido!-
contra el evidente desamor
que hasta un invidente vería
pero no tú,
corazón.

Tú que has sabido de infiernos,
penumbras, ojos abiertos como lunas
en las bocas negras de la eterna noche
ya no puedes
-ni quieres-
ser testigo de tu muerte.

Corazón, que solo te haces chiquito
cuando te aprietan en un puño
de sueños rotos, imposibles.
Pero la mano se abre,
- siempre se abre-
y respiras, creces
amas con ese amor gratuito
sin nombre, sin rótulo
sin facturas.

Y vas estirando tus músculos,
te vas saciando de mi sangre
otras fibras
otros sabores
semillas de nuevas flores y frutos
sobre los que te recostarás sonriente
en esta dulce estación
que precederá al invierno.


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