Habita en un rincón que la habita
y entre pensamientos y quejidos
transitan sus grisáceas pupilas entre los trastos,
las ventanas y las fotos del tiempo
que ya no está.
Débiles hilos de ceniza la cubren
y se confunden entre los pliegues
de su frente, que por momentos,
parece haberse encaprichado
en una sola dirección hacia sus pies.
La miro y miro sus manos
como ramas quebradizas
astilladas de tiempo, agua
sol y frío,
y me toman
como un intento tardío de aferrar la vida.
No dice nada,
solo me sonríe,
y tiembla
junto a mi mano que la repite.
Las horas se aburren
de esperar por la noche
y la noche es un negro agujero
en el que a veces sale el sol
y vuelve a ser niña
y vuelve a correr
y vuelve a reír
y se olvida hasta que amanece
que el cruce se tarda demasiado
y la espera le pesa como no le ha pesado
ni el amor, ni el trabajo, ni el parto
ni toda la vida que ya no es.
2 comentarios:
las lágrimas
son brotes de esa semilla
en la tierra, quizas
otra, recuerdo de flor
vida
k
lograste q naciera un extraño y calido escalofrio de mi espalda, que la piel se me pusiera de gallina y los ojos húmedos, con sus errores y méritos, amo a esa viejita.
Leo
Publicar un comentario