Ya solo soy la sombra de tu ausencia, una oscura mitad que se acostumbra; dulce granada abierta en la penumbra, madura a tu rigor. Sorda existencia.
Desmayado vivir, ciega obediencia que la memoria de tu voz alumbra. Pupila fiel; ojo que no vislumbra su cielo. ¡Ángel caído a tu sentencia!
Desterrado de asombros y colores beso mi cicatriz y la humedezco en salobres cristales lloradores.
Me aclimato al olvido que padezco. Ya a los agudos garfios heridores la inútil apagada carne ofrezco.
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