Abrazas y crees que el mundo es noble
y te confías como el pájaro, y te haces alas,
y el rasguño siempre es más preciso, más veloz
que tus ganas de creer y de volar y de salvarte.
Nadie sostuvo en sus manos tu fe
ilusa, idealista, temeraria.
El cuarto mengua de caricias y vas hacia la noche,
hacia el túnel frío de la nada,
o hacia la luz, quizás hacia la luz.
Nunca lo has sabido.
Y te ríes, y caminas hacia lo que no sabes.
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